¡Queremos saber…!

Queremos saber

Jóvenes, ancianas, niñas, maduras. Casadas, solteras, viudas, separadas, en unión libre, divorciadas. Con hijos e hijas u otros familiares a cargo. Muchas acabaron el bachillerato, otras ni siquiera tuvieron educación preescolar o hicieron sólo la primaria o terminaron la secundaria, algunas siguieron una carrera técnica o universitaria. Son naturales del país donde viven, extranjeras documentadas, sin papeles.

Graciela Atencio

Las hay con todo tipo de trabajos: amas de casa, meseras, campesinas, celadoras, políticas, desempleadas, funcionarias, ejecutivas, militares, policías, obreras, periodistas, defensoras de derechos humanos, académicas, otras son indigentes, prostitutas, esclavas sexuales…

Ellas son asesinadas por ser mujeres.

Los crímenes se ejecutan con saña. Muchas son acuchilladas o tiroteadas, otras estranguladas, atropelladas, desnucadas, quemadas, ahogadas, mutiladas… Varias de ellas vienen sufriendo desde hace tiempo amenazas, golpes, persecución, hostigamiento; otras, antes de morir son torturadas, violadas, atadas, amordazadas. Algunas de ellas son vejadas luego de ser asesinadas: descuartizadas, colgadas, encajueladas, calcinadas, entambadas… Los cuerpos son encontrados en sus casas, en lugares de trabajo y en espacios públicos habitados: calles, plazas, edificios en construcción, bares, prostíbulos; los cadáveres también son hallados en espacios deshabitados: descampados, carreteras, basureros, ríos, bosques, desiertos… Algunos de esos cuerpos nunca son encontrados y esas mujeres permanecen desaparecidas.

Los asesinos son hombres en la inmensa mayoría de los casos: maridos, novios, exparejas, padres, hermanos, hijos, tíos, primos, amigos y desconocidos, de todas las clases sociales, distintos niveles de estudio y de diversas ocupaciones o profesiones.

Queremos saber por qué el feminicidio es una barbarie normalizada.

Queremos saber por qué en los países de Iberoamérica no se lleva un registro detallado de cada uno de los asesinatos de mujeres. Queremos saber por qué cada uno de los tipos de crímenes de género no es documentado en una base de datos unificada, que tenga en cuenta la relación de la víctima con el victimario, los actos violentos que los asesinos cometen sobre los cuerpos de las mujeres, la actuación de la justicia y cuántos feminicidios quedan impunes.

Queremos saber por qué son las organizaciones civiles, feministas, de derechos humanos, centros de estudios y académicas las y los que arman el intrincado y laberíntico rompecabezas de las cifras de asesinatos, función que en primer lugar es una responsabilidad de los Estados. Aún así, desconocemos el número exacto de todas las asesinadas por violencia de género y no podemos hacer una radiografía minuciosa y detallada de los tipos de feminicidio perpetrados, no en el contexto de Iberoamérica: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En algunos países abundan los subregistros de casos, las imprecisiones estadísticas, el batidero de datos y en otros existe ocultamiento, imposibilidad o difícil acceso al conocimiento público de las cifras.

Queremos saber por qué la prevención y erradicación de la violencia de género no es una cuestión prioritaria ni urgente en la agenda política de los Estados.

Queremos saber por qué los grandes medios de comunicación no se involucran de manera activa en campañas de prevención de la violencia de género cuando cumplen un rol clave en la desnaturalización de la barbarie del feminicidio. Por qué no transversalizan la perspectiva de género en el lenguaje y en los temas que tratan sus mesas de redacción y sus equipos de producción. Por qué algunos lucran con el asesinato de las mujeres, el dolor de los familiares de las víctimas, la impunidad de los asesinos. Queremos saber por qué numerosos periódicos con el beneficio económico obtenido por los anuncios de prostitución pueden sostener sus publicaciones en papel, cuando muchas de las mujeres que ofrecen sus cuerpos en esas páginas son víctimas de trata de personas.

Sabemos que la documentación, el registro detallado de cada una de las mujeres asesinadas, es útil y necesario en la construcción de la memoria histórica de la mujeres.

Sabemos que la documentación resulta imprescindible para que la denuncia pública conduzca a la creación de una categoría jurídica internacional y posibilite la sanción a los Estados responsables o cómplices del feminicidio-femicidio.

Sabemos que el registro de los asesinatos de mujeres y niñas y su visibilización conminará a todos los Estados a que legislen, sancionen y tipifiquen el feminicidio-femicidio o el crimen de género en sus ordenamientos jurídicos internos.

Sabemos que la revolución de las mujeres no va a detenerse y que los derechos que hemos ganado con nuestra lucha a lo largo de la historia nos han permitido llegar hasta aquí y ponerle nombre a esta barbarie. Vamos por más.

Paremos el feminicidio.

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