Feminicidio en España: Informe 2010-2012. Los hombres que no amaban a sus hijos e hijas

Feminicidio España 2010-2012

Son muertes provocadas por el terrorismo machista, hombres que asesinan a personas cercanas a la víctima de violencia de género, puede tratarse de su propio hijo o hija o de algún familiar, amigo o amiga de la mujer a la que se quiere causar el daño. En Feminicidio.net las contabilizamos como víctimas asociadas de violencia de género en la pareja y en España se ha cobra­do la vida de al menos 33 personas: 21 niños y niñas (11 del sexo masculino y 10 del femenino), dos adolescentes (un varón y una chica, ambos de 16 años) y 10 adultos (ocho hombres y dos mujeres) en los últimos tres años, entre el 1 de enero de 2010 y el 31 de diciembre de 2012. En la mitad de los casos los agresores asesinaron a sus propios hijos e hijas y en otros cinco casos a hijos de sus parejas. En los restantes mataron a otros familiares, incluso niños, amigos y parejas actuales de sus exmujeres. No forman parte de las cifras oficiales de violencia de género. Este artículo forma parte de «Feminicidio en España: Informe 2010-2012».

Graciela Atencio / Análisis de datos: Charo Marcos / Síntesis hemerográfica: Noemí García Cabezas / Diseño: Francisco Gatica 

TERRORISMO MACHISTA: CAMPO DE BATALLA DEL MALTRATADOR

Un hombre llamó a su expareja de la que se había separado recientemente y la amenazó con hacer volar el coche en el que se encontraba su propio hijo de 14 meses junto a una bombona de gas abierta; luego prendió fuego al vehícu­lo y el bebé murió quemado. Un cazador mató a su hijo de cuatro años con una de sus escopetas y se pegó un tiro, en medio de un proceso de divorcio. Después de una discusión en la calle frente al río, el hombre agarró a la bebé de cinco meses, hija de su pareja, se metió al río y la ahogó. Otro decapitó a su hija de dos años “porque el diablo se lo había ordenado” en su casa. Acuchilló a su hijo de 10 años, incendió su coche con el niño muerto dentro y se estrelló contra una rotonda frente a la casa de su exmujer para que ésta pudiera ver el crimen.

También están los que escenifican los asesinatos a lo Thor o Rambo, pero el enemigo son todas aquellas personas que rodean a su ex: el minero que tiró abajo con una maza la puerta de la casa de su exesposa y mató a machetazos al padre, hermano, la pareja de la mujer y dejó malheridas a ésta y a su madre. O el que se presentó, también de madruga­da, en la casa de su ex armado hasta los dientes, acuchilló a la mujer y acribilló a su compañero con un fusil tipo Uzi. O el estratega que mató a la madre, padre y sobrina de su ex con una especie de barra de hierro con el objetivo de que inculparan a la mujer. Y el cazador que se vistió con un atuendo de guerra, mató a tiros en una calle de su pueblo a una niña con la que había tenido una relación y a su amigo… así funciona el terrorismo machista.

Estos casos sucedieron en España y fueron tomados de las noticias publicadas en periódicos. En el contexto de este informe cobran una especial relevancia, aunque parezcan sucesos aislados o hechos excepcionales, son man­ifestaciones impulsadas por el terrorismo machista que se repiten con frecuencia y con las que convivimos en una falsa normalidad.

Tiene el mayor número de miembros del planeta y es el responsable de la primera causa de muerte en mujeres de 15 a 44 años. Pese a que la seguridad es de las cuestiones prioritarias que parece preocupar a los Estados para enfrentarse al terrorismo internacional, el terrorismo machista, el que más muertes provoca cada año, no forma parte de políticas globales de seguridad, ni de intervención en países por parte de la ONU, ni de acciones de emergencia social. Ya sabemos que lo que pretende cualquier forma de terrorismo es atemorizar y amedrentar a un grupo deter­minado atentando contra uno o varios individuos de ese grupo, pero la eficacia del terrorismo machista se traduce en un control social del conjunto de mujeres, y también de aquellos hombres que rompen con el orden patriarcal y cuestionan los códigos sociales imperantes.

El terrorismo machista es el campo de batalla simbólico del maltratador, acosador, violador y asesino. Infundir miedo, parálisis, precaución, autodefensa o rechazo es parte del efecto que produce en las mujeres e incluso en personas con una diversidad sexual ajena a la heteronormatividad (LGTBI), que atenten o dinamiten la masculinidad rectora y dogmática que justifica, desea o practica alguna forma de dominación violenta o el uso de la fuerza.

El terrorismo machista es eficaz por lo claro y silencioso. Nos avisa en distintas circunstancias, por ejemplo, cuando aparece en los periódicos la noticia de un crimen por violencia de género, el mensaje subliminal que deja en las mu­jeres violentadas por sus parejas o exparejas es: “a ti también te puede pasar”. Lo saben aquellas que conviven en España con 600.000 maltratadores (según la última macroencuesta realizada por el Ministerio de Sanidad en 2011); muchas de ellas tienen miedo a denunciar o no lo hacen como estrategia de supervivencia porque sospechan que él, uno de estos días, puede acabar con sus vidas y la de sus hijos.

El terrorismo machista asocia violencia sexual con poder, deseo, goce y lujuria y encuentra su máxima expresión de este cóctel en la violación. ¿Cuántas mujeres y niñas llevan la marca de la violación en sus cuerpos? ¿Por qué en el imag­inario social patriarcal tememos atravesar solas calles oscuras? ¿Por qué millones de niñas cada año son violadas en zonas rurales camino a la escuela? ¿Por qué en las guerras somos el botín de ambos bandos y nos preservamos, con la violación, en un subbando mancillado por una hegemonía masculina que hace alarde de su excitación al utilizar el pene como arma letal? ¿Por qué la mayoría de las violaciones son cometidas por hombres conocidos? El terrorismo machista no explica estos porqués, pero nos advierte de antemano sobre el daño que puede causar en nuestros cuerpos.

El terrorismo machista se promueve y se reproduce como un auténtico modelo de propaganda patriarcal a través de los medios de comunicación y la cultura del entretenimiento, que lo muestran generalmente de manera superficial, banal, morbosa, incluso erótica. Nos avisa que está en todas partes, que funciona como un dispositivo paranoico.

El terrorismo machista no puede faltar en las instituciones, fuerzas de seguridad y la Justicia. El rostro de la impuni­dad en crímenes sexuales y feminicidios se dibuja con sus rasgos. Y su integrismo, fruto de pactos patriarcales, no es cuestionado por la mayoría de los varones ni los discursos del poder. Ahí está, como telón de fondo, punta de lanza del control social de las mujeres. Nos advierte de que tenemos que encontrar nuevas estrategias para enfrentarnos a él.

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