María Teresa Rivera, de 29 años, es una de las cerca de dos mil presas en el Centro de Readaptación para Mujeres de Ilopango, a pocos kilómetros de la capital. La mayoría cumple condena por delitos de extorsión o crímenes vinculados a la actividad de los pandilleros, pero otras internas, como María Teresa, afrontan penas de hasta 40 años por abortar. Una pesadilla que suele comenzar con la denuncia del personal sanitario que atiende a las mujeres, sin importar que se trate de un aborto involuntario. Entrevistamos a María Teresa en la prisión donde cumple su condena.
Mª Cruz Tornay
El Salvador es, junto a Chile, Honduras, Nicaragua y República Dominicana, uno de los cinco países de América Latina donde existe una penalización absoluta del aborto. En un país con una deficiente educación sexual y reproductiva, la interrupción del embarazo supone criminalizar a las mujeres pobres que no pueden acceder a un servicio sanitario de calidad.
Feminicidio.net estuvo en la prisión con mayor hacinamiento del país (con una población reclusa que supera el 450 por ciento de su capacidad) para hablar con María Teresa, y entrevistó también a Dennis Muñoz Rosa, abogada de la Agrupación por la Despenalización del Aborto, plataforma que lucha para que el Código Penal salvadoreño vuelva a contemplar los casos de aborto terapéutico, por violación o por malformación del feto, tal y como existía en la legislación hasta 1998.
CONDENADA SIN PRUEBAS
– María Teresa, usted ignoraba estar embarazada y lleva quince meses presa por un delito que no cometió. ¿Qué ocurrió?
– No sabía que estaba embarazada, no sentí ningún síntoma, pero de igual manera sucedió, el 24 de noviembre de 2011. Sólo sentí un dolor y necesidad de ir al baño y ahí fue cuando el niño se me fue y noté un vacío muy grande. Cuando me miré, estaba bañada en sangre.
– ¿Quién le atendió en ese momento?
– No recuerdo nada. Dice mi suegra que llamó a la Policía, que llegó como una hora después de la Cruz Roja. Me llevaron al Seguro y sólo me preguntaban dónde estaba el bebé, pero yo no sabía de qué estaban hablando porque ni siquiera sabía que estaba embarazada. El cordón umbilical se tuvo que haber reventado en algún momento y me preguntaban con qué lo había cortado, pero yo no había cortado nada. Tendrían que haberme hecho un examen para comprobarlo, pero no lo hicieron y, a pesar de no tener pruebas, no me creyeron.
– Los médicos pensaron que se había provocado un aborto. ¿Qué ocurrió a partir de entonces?
– Me detuvieron y me esposaron a la cama aún estando enferma. Allí permanecí todo el día. Después me dieron el alta y me llevaron a la bartolina policial. En ese momento me sentía mal de salud, iba con fiebre y me encontraba débil porque no habían terminado de atenderme en el hospital.
– ¿Cuál fue su situación mientras permaneció arrestada por la policía?
– Allí estaba tirada en el suelo. Con la humedad me subió todavía más la fiebre, pero siguieron sin atenderme. Pasaban la comida una vez al día, me quitaron las medicinas que me habían recetado y sólo me administraban una toma, a pesar de que las tenía que tomar cada ocho horas. Así me tuvieron cuatro días hasta que pasé a la audiencia inicial y de ahí a la prisión. No vi a ningún abogado hasta encontrarme en el juzgado. Mi suegra tuvo que investigar para saber dónde me habían mandado. Pasé seis meses hasta poder ver a mi hijo, al que no veo desde el 10 de mayo de 2012.
– ¿Cómo fue su llegada a la prisión y cómo es su vida ahora?
– Dormí en el suelo prácticamente un año hasta que hubo sitio para mí en la celda. Llegamos a estar hasta siete personas sin cama. Hay mucha sobrepoblación, el lugar está demasiado lleno, duermen dos presas en cada cama: dos arriba y dos abajo. En todo el sector hay unas 800 personas. Se sufre mucho y se pasan necesidades tanto materiales como físicas. Hay escasez de agua, hongos y suciedad, por eso hay mucha enfermedad aquí, demasiada. El sector se mantiene limpio porque nosotras mismas lo limpiamos.
Las que no tenemos sentencia no podemos adquirir ningún beneficio y todo eso nos afecta. A lo único que podemos acceder es a los cursos de la iglesia católica o de la cristiana. Yo voy a la iglesia cristiana, en la mañana a los cultos y en la tarde tengo que ver qué hacer porque ya aprendí a hacer cosas manuales que me enseñan las compañeras, aunque muchas veces no tenemos material.
Echo de menos a la familia. En mi caso, por la falta de recursos económicos, no pueden venir a las visitas y me duele ver que los míos prácticamente me han olvidado.
– ¿Cómo es la convivencia con las compañeras del sector?
– La comunión mía con ellas está bien, pero hay diferentes caracteres y la más fuerte quiere agarrar a la que es más débil. Hay gente que viene de la calle y otras que no, así que tenemos que adaptarnos para no perjudicar a las demás.
– Desde que se vio en esta situación, ¿cómo ha sido la relación con su familia?
– Mi familia no cree que abortara porque nunca vieron que estuviera embarazada. Si ellos pensaran que soy culpable, ni me aceptarían. La situación económica de mi familia es difícil porque yo era la que trabajaba y aportaba para el hogar. Mi suegra cuidaba a mi hijo y con el poco dinero que yo le podía dar había puesto una tiendita, pero desde que estoy aquí ya cerró. Me dice que no viene a visitarme porque no tiene dinero para venir hasta aquí.
El papá de mi hijo se fue cuando el niño tenía cuatro meses, y desde entonces lo he criado sola y era yo quien pagaba el colegio. Él formó otro hogar, ya tiene otros dos hijos. El mío prácticamente no tiene ayuda de nadie. Mi suegra lucha para mantenerlo, no sé qué hace para seguir pagando el colegio. En una situación muy difícil, cuando llega la prueba de Dios, no llega sólo para nosotros, llega para toda la familia. Mi hijo tiene asma a consecuencia de una bronconeumonía que le dio con sólo siete días de vida. Una semana está bien, otra recae. Ahora no sé cómo está de salud.
-¿Nadie notó que pudiera estar embarazada?
– No, incluso en los meses antes del aborto, estuve yendo al médico a la unidad de salud por inflamación en los pies y me daban medicinas para la inflamación. En ningún momento me dijeron que estaba embarazada. No tenía ningún síntoma. Pensaba que la hinchazón era por el trabajo, porque pasaba de pie prácticamente 24 horas, día y noche. Descansaba día sí, día no.
– ¿A qué se dedicaba antes de ser acusada?
– Era operaria en una maquila textil, de ahí mantenía a mi hijo. Pedía demasiados permisos por su enfermedad y me amenazaban con quitarme el trabajo, aunque llevaba la constancia de los médicos.
– La médica que la atendió declaró en el juicio que no se trataba de un homicidio porque no se conocía el tiempo de gestación.
– Eso lo dijo en la última audiencia. Declaró que no se podía decir que fuera un homicidio agravado cuando no se sabía la edad gestacional. Comenzaron a discutir si tenían que hacer un examena la placenta o algo así para poderlo determinar. La fiscal llevó a la doctora para que declarara en mi contra, pero dijo que era un aborto, no un homicidio.
En el juicio también compareció la jefa de la maquila que manifestó que yo le había dicho que tenía sospechas de estar embarazada, pero en ningún momento aseguré que lo estuviera. Lo único que pudo argumentar fue que faltaba mucho al trabajo, pero llevaba la constancias médicas. Me condenaron sin tener pruebas.
MUJERES Y POBREZA
La Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto lleva a cabo en la actualidad una campaña por la puesta en libertad de María Teresa Rivera y próximamente presentarán una solicitud de indulto para dieciséis mujeres que cumplen condenas de hasta 25 años en la cárcel de Ilopango por delitos vinculados a abortos.
– Desde la agrupación consideráis el caso de María Teresa como un caso emblemático, ¿por qué?
Dennis Muñoz Rosa: El caso de Maria Teresa es emblemático en El Salvador porque rompe varios esquemas. Se trata de una mujer de 27 años condenada a 40 años. La denunciaron por el delito de aborto, asumiendo que lo había provocado o inducido premeditadamente, pero nunca contemplaron que hubiera sido por motivos ajenos a su voluntad.
A nuestro juicio hay varios vicios que se han cometido en la sentencia. En primer lugar, según el Instituto de Medicina Legal, la causa de muerte es por hipoxia perinatal que supone la asfixia del bebe por falta de oxígeno en el momento del nacimiento y es algo que ocurre por razones naturales. Por tanto, no hubo dolo para cometer el delito de homicidio en prejuicio del recién nacido.
En segundo lugar, el juez en la sentencia relacionó una testigo que dijo ser compañera de trabajo y que expresó que María Teresa le había comentado en enero de 2011 que se encontraba embarazada, pero el hecho por el que fue juzgada ocurrió el 24 de noviembre de 2011, por lo que el juez utilizó el elemento testimonial, aceptando que tuvo un periodo de gestación de diez meses y 24 días. Partió de una sospecha de enero de 2011. Es de una ignorancia inexcusable.
– ¿Existen precedentes de condenas similares por parte del juez?
– Sí, existen casos similares por parte del juez, estamos en un claro caso de misoginia. Y es que en El Salvador a las mujeres se les condena por el estereotipo de género porque se les exige que velen en el trabajo de parto sin asistencia médica fuera de un hospital, es decir, tienen que velar no sólo por su salud, sino por la salud del recién nacido.
Este juez ya había condenado en 2008 a una mujer a 30 años por el mismo hecho que María Teresa. Es un precedente que da la pauta a un patrón de conducta, no está razonando sus fallos conforme a derecho y eso es delito de prevaricación.
Por otra parte, en estos casos tiene que ver no sólo la cuestión de género, sino la condición de la pobreza. Estos casos ocurren a las mujeres pobres que no tienen acceso a un servicio de asistencia en la salud privada. Una investigación revela que desde 2000 a junio de 2011 son más de cien las mujeres acusadas, procesadas y la mayoría condenadas por el delito de aborto y de homicidio agravado, y que son procesos que se han iniciado con una denuncia de aborto.
Eso nos muestra la grave situación que hay en El Salvador y que ha surgido a raíz de la penalización absoluta del aborto en el país. El sistema de salud y de justicia ven como presas fáciles a las mujeres pobres en esos casos concretos. No identifican que la penalización absoluta del aborto es un problema de salud pública y derechos humanos.
– ¿En qué situación se encuentra el caso de María Teresa?
– No tiene una sentencia firme, todavía tiene calidad de procesada, a pesar de haber sido condenada a 40 años. El proceso actualmente se encuentra estancado al haber presentado el recurso de anulación de la condena en la Corte Suprema. La resolución puede tardar hasta al menos tres años, de modo que ella estaría más de cuatro años presa sin sentencia firme. Y, mientras no se declare firme la sentencia no podemos presentar un recurso de revisión.
– ¿Existen casos de resoluciones favorables en El Salvador?
– En la Agrupación hemos logrado algunas resoluciones favorables a través del recurso de casación. No es fácil la lucha porque no existe un impacto mediático para hacer incidencia y que la gente que va a juzgar tome conciencia y no resuelvan ligeramente los procesos. En el caso del personal de salud, no valoran si el aborto ha podido ser espontáneo, asumen que como el aborto está condenado, el involuntario también lo es. Es evidente la presunción de culpabilidad que existe en contra de la mujer.
– ¿Cómo es la atención que reciben en el hospital las mujeres que han tenido un aborto?
– Como el caso de María Teresa, las mujeres llegan débiles y con pérdidas de sangre y se las esposa a la cama sin ser acusadas de delito. Estas mujeres, con poca educación sexual y reproductiva y escasos recursos, son sometidas a interrogatorios por el propio personal de salud que rompe con el secreto profesional poniendo en conocimiento de la Fiscalía el haber atendido un supuesto caso de aborto. El personal de salud nunca piensa en las causas naturales de la pérdida.
– ¿Cuáles son las consecuencias de la penalización del aborto en El Salvador?
– El Salvador es uno de los cinco países donde está penalizado el aborto en todos los casos, pero es el único en el que se dan estas condenas.Con la presión de los movimientos conservadores de derechas y con la entrada del Código Penal de 1998 se suprimieron las tres figuras de aborto: terapéutico, por violación o por malformación del feto. Desde la Agrupación por la Despenalización del Aborto pedimos que se restituyan esas tres figuras, aunque actualmente existe una indiferencia por parte de todos los políticos porque no hay una exigencia pública que arrastre rédito electoral.