“Existe desconocimiento de lo que significa ser feminista, es otro de los tentáculos del patriarcado”

Está empeñada en reeducar la mirada masculina sobre la visión del cuerpo de la mujer. Irene Ballester, feminista e historiadora del arte, ha conseguido con su libro “El cuerpo abierto: representaciones extremas de la mujer en el arte contemporáneo” aunar activismo y profesión para abrir brecha en los estudios de arte

Por Carolina Galera

España, Madrid – Está empeñada en reeducar la mirada masculina sobre la visión del cuerpo de la mujer. Irene Ballester (Alicante, 1979), feminista e historiadora del Arte, ha conseguido con su libro “El cuerpo abierto: representaciones extremas de la mujer en el arte contemporáneo” (ediciones Trea, 2012), aunar activismo y profesión para abrir brecha en los estudios de Arte, un campo que dista mucho aún de incluir una asignatura dedicada exclusivamente a las mujeres artistas en sus planes universitarios.

A través de su obra, basada en su tesis doctoral, la autora, que imparte regularmente cursos online sobre Arte y Feminismo en América Latina en la plataforma de formación online de Feminicidio.net; divulga el trabajo de las artistas que denuncian los abusos de las dictaduras militares, las desigualdades sociales, la violencia de género y el feminicidio, utilizando muchas veces sus cuerpos desnudos como lienzo de expresión.

-¿Por qué cuerpos abiertos e imágenes extremas? ¿Dónde nacen estos conceptos?

-Toda esta investigación parte de una beca pre-doctoral que tuve la oportunidad de llevar a cabo en México otorgada por la Secretaría de Asuntos Exteriores. Hablar de cuerpos abiertos parte de estudiar la obra de Frida Khalo, la primera pintora, diría que en el mundo, que a través de su obra denunció la violencia de género y el feminicidio. En el cuadro “La columna rota”, de 1945, la pintora se abre el cuerpo para representar el dolor femenino utilizándolo como lienzo de expresión. Aparece con su columna vertebral rota, está llorando, está hablando de temas femeninos jamás tratados a lo largo de la Historia del Arte, considerados tabú puesto que el cuerpo femenino siempre ha sido tratado por y para la mirada masculina cosificándolos, tratándolos como objetos.

Hablar de extremos implica hablar a través de unas imágenes que nos interrogan, que nos cuestionan y que llevan al arte hasta unos confines en los que hace que nos preguntemos qué papel han ocupado las mujeres, cómo hemos sido tratadas, por qué la mujer es sinónimo para el patriarcado de mala. Era una manera también de poder empezar a hablar de mujeres artistas que ya han representado a través de su cuerpo esa mirada femenina o esos problemas que para el patriarcado no existían, de ahí que sean cuerpos abiertos. Nos abren sus cuerpos a través de unas imágenes extremas que implican hurgar en aquello considerado tabú por parte también del patriarcado.

-¿Cómo has ido seleccionando a estas mujeres artistas, en su mayoría latinoamericanas?

-Quería saber cuál era el camino abierto por Frida Khalo. Mi directora de tesis fue Pilar Pedraza, escritora feminista pero también conocida por novelas fantásticas de terror gótico. Gracias a ella conocí el trabajo de una mujer francesa, aunque nacida en Argentina, Leonor Fini, también vinculada al surrealismo, aunque nunca perteneció a este movimiento por ser mujer, obviamente. De alguna manera, Fini abre también su cuerpo para representar estos temas que son tabú por parte del patriarcado. Las dos artistas son los dos pilares de mi tesis, ya que parto también de su cuadro “El ángel de la anatomía” (pintado en los mismos años que el de Khalo e imagen de portada de su libro). Gracias a la beca pude seguir tirando del hilo. Parto del camino que abre Frida Khalo con sus imágenes en las que empieza a cuestionarse la situación de las mujeres, la política y la sociedad que las alberga.

ARTE Y FEMINISMO

-En una entrevista reciente manifestabas no obstante que, aunque ligas este tipo de arte con el feminismo, muchas de las artistas estudiadas no se declaraban feministas ni tenían una intención política en su obra sino más bien de denuncia social.

-En Latinoamérica hay un cierto tabú, un cierto rechazo a la hora de proclamarse feminista. Una artista como Mayra Martell, que es de Ciudad Juárez, me aseguraba que es humanista y yo me preguntaba “¿qué significa para ti ser feminista?”. Lorena Wolffer, también mexicana, fue la única que verdaderamente se proclamó como tal.

-¿Temor?

Sí, por supuesto, pero México también es un país complejo en el que declararse feminista puede comportar un doble rechazo, miedo a encasillarse. Creo que en el subconsciente quedan momentos de represalias, momentos pasados de negatividad y complejidad. Por ejemplo Lorena Wolffer me comentaba que la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, en la plaza de las Tres Culturas, ha condicionado a la gente joven, que ve esa época a través de sus padres, los padres de las artistas en ocasiones, y se han apartado completamente de la política, les han educado con el temor a proclamarse, bien como feminista, bien como de izquierdas…

Por otra parte, en México, el dedicarse al arte la mayoría de las veces implica tener un cierto poder adquisitivo; entonces me encontré con mujeres que tampoco tenían esa necesidad de proclamarse feministas pues ellas nunca se habían sentido atacadas o violentadas. Por ejemplo así me lo comentó Daniela Edburg, que tiene un trabajo artístico con mujeres explotadas grande, con mujeres completamente desmembradas. Y hablar del desmembramiento de un cuerpo femenino y en México…Me resultaba complejo pero cada quien es libre de posicionarse, aunque para mí es problemático y me provoca mucho enfado.

-Pero ninguna se ha mostrado molesta ni ha protestado por aparecer vinculada al feminismo en tu trabajo…

-No, ninguna de ellas. De hecho, voy a contar una anécdota. Cuando me puse a investigar, una de las primeras artistas que entrevisté y que me impresionó mucho fue Regina José Galindo, una de las artistas más famosas de las contemporáneas vivas. La primera vez que hablé con ella me decía que no era feminista y sin embargo su trabajo me permitía conocer muy bien la situación de las mujeres en Guatemala, los abusos a las mujeres indígenas, el conflicto armado… Creo que se molestó un poco conmigo y me decía que, si su trabajo servía sólo para eso, mejor trabajaba en una ONG. Sin embargo, más tarde he llegado a leer en alguna entrevista que sí, que se declaraba feminista.

En mi opinión en Latinoamérica en general, y aquí en España también, existe un desconocimiento total de lo que significa ser feminista, un cierto rechazo al lenguaje debido a un desconocimiento del mismo lenguaje. Es uno de los tentáculos más que tiene el patriarcado.

Pero problemas con las artistas ninguno, al contrario, todas han sido muy amables, incluso a la hora de facilitarme material para que sea publicado. Eso sí, existe mi crítica personal hacia alguna de ellas, preguntándome cómo pueden estar trabajando en un ámbito tan complejo y no declararse feminista. A mí eso me chirría un poco los oídos, pero porque no le tengo miedo a esa palabra, o la tengo muy asumida.

Allí, este rechazo es un poco fruto de la religión, de la educación. En el curso se puede ver muy presente. Tenemos oportunidad de escuchar música, rancheras actuales en las que encontramos a un cantante, Alejandro Fernández, que hace unos años hizo una apología total a la violencia de género en una de sus canciones, cuya letra incitaba a los hombres a pegar a las mujeres unas “nalgadas”. También proyectamos algún fragmento de capítulos de telenovela en el que se repiten estereotipos de mujer que lamentablemente continúan reproduciéndose.

-¿Y las artistas españolas? ¿A quiénes destacarías en este campo de denuncia?

En mi libro no trato su trabajo directamente, pero posteriormente hice un máster en Investigaciones Feministas en la Universidad de Castellón y también he escrito artículos vinculados. Me gusta mucho Cristina Lucas porque actualmente es la que mejor confronta la situación de las mujeres. Tiene una performance estupenda, “Rousseau y Sophie”, que se escenificó en la plaza las Salesas en Madrid, en la que todas las mujeres podían acudir a darle botellazos a Rousseau, el padre del patriarcado y la misoginia. En “La Liberté Raisonnée”, que se basa en el cuadro de Delacroix “La Libertad Guiando al Pueblo”, aparece la alegoría completamente aplastada y asesinada por sus compañeros varones, una metáfora de lo que es la violencia de género y la violencia feminicida.

Hay que destacar a Pilar AlbarracínMaría Cañas, que también critica mucho los estereotipos de género, Alicia Framis… Con ella tuve ocasión de trabajar el año pasado en el Matadero de Madrid, en una especie de congreso-seminario y allí vimos el video “Antidog”, en el que las mujeres desfilan trajes contra la violencia de género.

Siempre me ha gustado, si llevo algún proyecto, establecer un diálogo entre mujeres artistas españolas y americanas, porque aquí también las hay y muy importantes como Esther Achaeriando, que tiene un vídeo contra el amor. También hay una gran base de datos en Mujeres en las Artes Visuales, a la que yo pertenezco, en las que se da difusión a su trabajo.

¿QUÉ QUIERE DECIR FEMENINO?

-Consideras que no tiene por qué haber diferencia de rasgos entre la pintura de un hombre y una mujer, pero ¿hay hombres que hagan arte feminista?

-Creo que sí los va a haber, pero a mí me pasó una cosa compleja y es que, cuando terminé la carrera, me pregunté a mí misma por qué durante los cinco años de licenciatura no había estudiado ninguna mujer artista. Por eso me dediqué a estudiar mujeres artistas. Pero sí, estudio y he leído a teóricos que son feministas como Juan Vicente Aliaga, que ha llevado a cabo junto con Patricia Mayayo la exposición “Genealogías Feministas”, o José Miguel García Cortés, aunque desconozco si existen hombres que hagan arte feminista.

Con respecto a la diferenciación de rasgos femeninos o masculinos, es una cuestión que implica una cierta controversia. ¿Qué entendemos por femenino? Me da un poco de miedo si nos referimos a femenino según las normas del patriarcado. Hay en mi libro una mención a Luce Irigaray, que es la teórica feminista francesa que considera que no tenemos por qué ser femeninas siguiendo esas normas. Si ser femenina es ser una buena esposa y una buena madre, obviamente no lo somos, y nos negamos a que se presente a la mujer como un ser más sensible y piadoso, unas características peyorativas que de alguna manera enclaustran a la mujer en su casa. Son pequeñas cuestiones que ya le planteaba a Pilar Pedraza en la elaboración de la tesis. El problema es que es un lenguaje tan joven el que estamos utilizando que tenemos que tener claros los conceptos porque si no, es como si el patriarcado tuviera que ganar siempre la batalla. Hay que tener cuidado. De hecho la primera exposición feminista en España, “Cárcel de Amor”, en el año 2005 en el Museo Reina Sofia, aborda esta perspectiva, y una de las comisarias, Virginia Villaplana, también artista, lo recoge en un video muy interesante, “Mujer Trama”.

-Has dado ya el curso que presentas en FIART en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad de Valencia. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Qué tipo de público encontraste?

-Estoy muy contenta. La máxima cantidad de alumnos que podía tener en el aula que me dieron era de 40 y se llenó. Tuve hombres y ¡ninguno protestó! Todos se quedaron absolutamente callados porque desconocían por completo que hubiera mujeres artistas que se dedicaran a estos temas, que denunciaran a través de su trabajo. Por otra parte, tuve alumnas de una cierta edad, mujeres que han trabajado toda su vida y no tuvieron la oportunidad de estudiar. Una de ellas acababa de licenciarse en Historia y acudía a mi curso. Eso me dio una gran satisfacción.

Es un tema que para nada se estudia en las facultades, del que se desconocen muchas cuestiones y, sobre todo, de mujeres artistas. Que haya una asignatura de mujeres artistas en los planes de estudio es algo que lamentablemente en estos momentos no existe. Tenía alumnos, mujeres y hombres interesados también en saber qué artistas estaban trabajando contra la violencia de género, contra el feminicidio y contra tópicos patriarcales.

El último día hubo un capítulo dedicado a las artistas chicanas, que me apasionan y que en la facultad apenas he estudiado. Y tuve alumnas de Filología Inglesa interesadas porque además hablamos de trabajos artísticos literarios. Fue un “mix” muy interesante. De alguna manera hay que entrar al patriarcado y decirles que hay muchas cosas que estamos haciendo las mujeres, que criticamos la situación de violencia en la que estamos viviendo, ese machismo del que vosotros, los hombres, también soy víctimas.

REEDUCAR LA MIRADA

-Los hombres, y muchas mujeres también, con frecuencia se sienten atacados por el feminismo.

-Es importante que vengan hombres y mujeres. La igualdad no es una utopía, y para alcanzarla es necesario que trabajemos tanto hombres como mujeres en conjunto, todas tenemos que arrimar el hombro. He tenido oportunidad de impartir ponencias y siempre levanta la mano un hombre. En el noventa por ciento de los casos son hombres que no entienden, porque ven sólo cuerpos desnudos. Lorena Wolffer, tiene una performance, “Mientras dormíamos”, en la que aparece desnuda y va marcándose punzadas, cortes y tiros que han recibido mujeres víctimas del feminicidio en Ciudad Juárez, y no terminan de comprender por qué las mujeres tienen que recurrir a mostrar sus cuerpos desnudos. Están acostumbrados a ver desnudos en el arte como la “Venus del Espejo” de Velázquez, que siempre pongo como ejemplo de versión de la mirada masculina. El cuerpo de la mujer ha sido “objetualizado” en el arte por y para su goce (la mayoría de los cuadros femeninos de venus pintados por Giorgione o Tiziano se pintaron para la masturbación masculina en los gabinetes privados de los monarcas). Hay que reeducar la mirada en la igualdad. Pilar Pedraza también lo dice en el prólogo de mi libro. Aquí no vamos a ver mujeres bonitas, para eso te vas al El Prado o tienes un recorrido visual en el Thyssen.

Lamentablemente muchos trabajos de estas mujeres artistas permanecen, no en el anonimato, pero sí que están cubiertos por decirlo de alguna manera de una cortina espesa de humo, no están en las redes internacionales artísticas, no es tan fácil entrar. Es complejo, pero creo que al final terminan entendiendo por lo menos los tres o cuatro puntos fundamentales más importantes del curso sí: que hay mujeres artistas que trabajan contra la violencia de género y que ésta existe, porque siempre hay un machito que te sale con el tema de las denuncias falsas y se crea un ambiente tenso, en el que todos y todas estamos participando.

Martha Amorocho, Lo llevo puesto.

-Has conseguido aunar tu activismo político con tu profesión de historiadora del Arte. ¿Qué fue primero?, ¿la feminista o la historiadora?

-Creo que siempre he sido feminista. Desde que tengo 14 o 15 años lo soy y lo digo, es una cuestión que he tenido presente toda mi vida, pero Pilar Pedraza me abrió mucho más los ojos en cuestiones teóricas, me guió en lecturas, es mi mentora. Hay un antes y un después. Siempre le dicho que es mi madre feminista.

De hecho lo que me pasa ahora es que no me gusta ir a El Prado. Voy a Madrid y prefiero ver otras cosas. Una exposición de arte contemporáneo me puede llenar más, de mujeres artistas sobre todo. Durante cinco años de licenciatura nunca estudié una mujer artista y posteriormente hice un año de curso de doctorado, y tampoco. Además vengo de un departamento bastante conservador y clásico en el que imperan los estudios del Renacimiento y el Barroco, donde la situación de las mujeres apenas es tratada.

Para mí, aunar el arte y el activismo a favor de los derechos humanos de las mujeres es una manera también de atraer al público. Y eso hacen mujeres como Natalia Iguiñiz , que tiene unos carteles impresionantes que llevó a cabo para denunciar la violencia que sufrieron las mujeres durante el conflicto armado en Perú, o la película de Claudia Llosa, “La Teta asustada”, que incluyo en el curso, nos permite también conocer la situación de las mujeres violadas en este conflicto, en su mayoría indígenas.

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